viernes, 16 de noviembre de 2007

ABOMBADO, TARADO Y CAQUITA...

La tarde del jueves tenía aire otoñal y sol primaveral.
Se notaba la brisa fresca, queriendo ser viento frío y el sol intentando dar calor sin tener que quemar.
El Jagüel era una hermosa y factible oferta debido a que el mar estaría casi helado y otro lugar sin verdes sería la monotonía fatídica de la ciudad contaminada de casas, gentes, aire sucio…
Sin más caminé por la calle en las últimas horas de la tarde hacia el parque, que desde unos años se ha convertido en mi lugar privado.
La última vez que había pisado las calles de pedregullo y ese pasto verde fue cuando conocí a NURIA.
Para seguir con la magia y dulzura infantil este jueves encontré a dos personitas más. Esta vez fueron dos niños, ANGEL y RODRIGO quienes eran amigos, creo quizá tenían algún parentesco, no lo supe.
Los encontré en el final del Jagüel mientras buscaba alguna hamaca en donde vomitar el trago amargo que había digerido en el día, llamaban a un perro negro que me seguía con el nombre de “Tarado”, el cual me resulto gracioso porque los niños sonreían mientras lo llamaban así.
Los observaba mientras los tres íbamos hacia el mismo lado ¡¡¡LAS HAMACAS!!! Ellos no dejaban tampoco de mirarme cuando vieron que seguía sus risas por el perro.
Me senté en la hamaca y ellos acto seguido hicieron lo mismo.
Solo los miraba riéndome, escuchando sus conversaciones, llamaban “Tarado” al perro negro y hablaban de un tal “Abombado” quien sería propiedad de Ángel, en apariencia el mayor, de unos 8 años, ojos azules, tez clara, pelo castaño y de más estatura que Rodrigo quien aparentaba un año menos o quizá dos, con el pelo más corto y oscuro ojos marrones brillantes y una sonrisa compradora.
Rodrigo quedó en la esquina Ángel en el medio y yo en la otra punta; continuaban hablando de los perros y mencionaron a un tercer perro este con un nombre más cómico aún sé que lo era para ellos y mucho (JA JA JA) “Caquita” dijeron y echaron las carcajadas y repetían otra vez los tres nombres preguntándose dónde estarían Abombado y Caquita.
Ya no solo me reía con ellos, comencé a hablarles preguntándoles cosas.
A Ángel lo ayudaba a subirse en la hamaca que había agarrado que era la más alta, antes de hablarles pensaba cambiársela por la mía pero no sé porque desistí; y a Rodrigo le preguntaba por qué esos nombres perrunos. Rodrigo apenas habló, se concentró en Tarado y Ángel hablaba conmigo haciéndome chistes ja, lo más graciosos fue que muy dulcemente me preguntó si sabía lo que era BASKETBALL (si hubiera sido más grande le pegaba) (es broma) inmediatamente termino de vibrar en el aire la última consonante le respondí sí, y más dulce me dijo que entonces podía entender el chiste otro JA.
Era de gallegos y por ende era malo pero me reí para acompañarlo sin fingir totalmente, me preguntó si lo había entendido y no sentí furia, le dije que sí y le pedí otro. Ahora no lo recuerdo pero me reí un poco más, en eso Rodrigo no quiso quedarse a tras y dijo algo que se suponía era chiste pero ni Ángel ni yo lo entendimos, es que se lo habían contado y aquel tampoco lo entendió, era de una papa y un huevo que si la papa camina el huevo no ¿?...
Estuvimos riéndonos un poco más y una bocina sonó, eran los papas de Rodrigo y ya tenían que irse, en ese momento desee haber llegado más temprano para haber pasado más tiempo con ellos. Lo gratificante para mí fue la reacción de ellos, no querían irse, creo que se sentían bien conmigo como yo con ellos; esto fue maravilloso, sencillamente maravilloso porque me llenaron el alma.
Se fueron tres minutos después y Ángel mientras se iba me pregunto donde vivía, le dije que cerca y mencionó que podríamos arreglar para venir otro día y juntarnos los tres de nuevo, me encanto que hiciera eso, porque me habían alegrado la tarde y se divirtieron conmigo por lo que manifestaron.
El auto marcho con los vidrios negros mientras ellos estaban conmigo aun, salieron corriendo y no pudimos poner día para vernos otra vez, vi como se iban por la carretera y me seguí hamacándome lentamente en una fracción de silencio insospechado viendo regresar a Tarado…
Y ahí me quedé mirando las copas de los eucaliptos rebanadas mientras el sol estaba debajo de los árboles que se ven frente al Jagüel del lado de la avenida, a mis espaldas, se iba sin decir nada y el frío se acentuaba…
La hamaca seguía moviéndose y cuando Tarado se acercó me levante y pensaba si alguna vez volvería a encontrar a Ángel y Rodrigo con perros nuevos o los mismos que encontraron en el Jagüel…