viernes, 7 de diciembre de 2012

Flâneur












Siete meses han ensordecido los oídos y eclipsado toda voz.
Los días no se distinguieron más que por las noches más espesas y largas del invierno.
Llegó la primavera y el día no trajo consigo el fruto que hacía crecer mi alma.
No importa ya la medida de un tiempo consumido en los ojos del cielo
ni los pasos tragados por el polvo, baldosas y asfalto...
Cada bostezo que salió de mi boca reveló cada noche sin sueño.
Ni ese mar ni ese árbol refugiaron al corazón mustio y sin máscara.
Casi transparente el cuerpo del dolor, deja ver los huesos desde su confín más sinuoso
 hasta el más noble, como si nada sorprendente fuera a mostrar, como el viejo
que ajado muestra sus manos temblorosas y sus ojos frágiles e indefensos a la leve brisa,
sin miedo, sin reproche, sin pudor, humano... imperfecto.
Y llegarán nuevas tardes de verano en las que el sol te hará sudar
y repetir que algo te molesta, que alguien te cansa. También tendré la lumbrera
quemándome las manos mientras esté andando en mi bicicleta.
...

No hay comentarios: